sábado, 25 de abril de 2009

LA MEDALLA

El hombre se encuentra solo,perdido y lleno de temores en

medio de este vasto universo.

 

La buena religión le hace audaz.La mala religión aumenta sus temores.

 

Había una madre que no conseguia que su

hijo pequeño dejara de jugar y regresara a

casa antes del anochecer.de modo que,para

asustarle,le dijo que el camino que llevaba

a su casa era frecuentado por unos espíritus

que salían tan pronto como se ponia el sol.

Desde aquel momento ya no tuvo problemas para

hacer que el niño regresara a casa temprano.

 

Pero,cuando creció,el muchacho tenía

tanto miedo a la oscuridad y a los espíritus

que no había modo de sacarlo de casa por

la noche.Entonces su madre le dio una

medalla y le convenció de que,mientras

la llevara consigo,los espíritus no

podrian hacerle ningún mal absoluto.

 

Ahora el muchacho ya no tiene miedo alguno

a adentrarse en la oscuridad fuertemente

asido a su medalla.

 

Ahora el muchacho tiene dos temores:

 

1º-Miedo a la oscuridad y a los espíritus.

2º-Miedo a perder la medalla.

 

"LA MALA RELIGIÓN REFUERZA SU FE EN LA MEDALLA"

 

"LA BUENA RELIGIÓN LE HACE VER QUE NO EXISTEN TALES MALOS ESPÍRITUS"

 

 

Extraído del libro "El canto del Pájaro" de Anthony de mello.

sábado, 18 de abril de 2009

La mente y el aburrimiento

  La mente existe en un estado de «nunca tener suficiente», por lo que siempre ambiciona más. Cuando te identificas con la mente, te aburres y te inquietas fácilmente. El aburrimiento significa que la mente tiene hambre de nuevos estímulos, de más alimento para el pensamiento, y que su hambre no está siendo satisfecha.

            Cuando estás aburrido, puedes satisfacer el «hambre mental» leyendo una revista, haciendo una llamada telefónica, poniendo la tele, navegando en Internet, yéndote de compras o —y esto es bastante común— transfiriendo al cuerpo la sensación mental de carencia y la necesidad de querer siempre algo más, y satisfaciéndolas brevemente ingiriendo más comida.

            O puedes sentirte aburrido e inquieto y observar la sensación de estar aburrido e inquieto. A medida que vayas dándote cuenta de estas sensaciones, empezará a surgir algún espacio y quietud en torno a ellas Al principio sólo habrá un poco, pero, conforme crezca la sensación de espacio interno, el aburrimiento empezará a disminuir en intensidad y significado. De modo que incluso el aburrimiento te puede enseñar quién eres y quién no eres.

            Descubres que ser «una persona aburrida» no es tu identidad esencial. El aburrimiento, simplemente, es un movimiento interno de la energía condicionada. Tampoco eres una persona enfadada, triste o temerosa. El aburrimiento, el enfado, la tristeza o el miedo no son «tuyos», no son personales. Son estados de la mente humana. Vienen y van.

Nada de lo que viene y va eres tú.


          

martes, 14 de abril de 2009

Trabajo Mental

Es bueno que el hombre conciba pensamientos de luz para que su camino sea luminoso.
Cuando un pensamiento inicial es emitido con fines egoístas, por más que trabaje el hombre y procure embellecerlo y ennoblecerlo por fuera, dará frutos del Mar Muerto, de lindas apariencias pero de ceniciento sabor.
Por esto triunfan ciertas obras y fracasan otras.
Cuando se empieza una obra el primer pensamiento ha de ser de amor desinteresado, de fraternidad universal y de personal renuncia; por más obstáculos que se levanten en contra de esta labor, por defectuosa que sea la actuación, triunfará y dará fruto abundante.
El pensamiento es siempre el director y la obra, el objetivo.
La flecha bien dirigida indudablemente se clavará en el punto hacia el cual es dirigida. Una vez lanzada ¿quién la puede detener?
La primera reforma del hombre no es la confesión de las faltas pasadas ni un cambio ostentoso de vida devota, ni un salto dado de una orilla a otra ni de un modo de vivir a otro.
La reforma empieza cuando el hombre lanza un pensamiento de amor y tras éste, otro, hasta crear el hábito de pensar bien.
Las ondas claras de los pensamientos noblemente dirigidos irán paulatinamente borrando las ondas magnéticas de aquellos que fueron malamente emitidos.
Esta es la única reforma que vale y a esto se llama vivir en el cielo.
El hombre que piensa rectamente adquiere una fuerza magnética tal que todo lo vence y en todo triunfa.
La estrella del destino del hombre no cambia, pero su brillo depende de cómo él piensa.
Los hombres verdaderamente malos son aquellos que piensan mal.
Las acciones incorrectas llevan consigo su castigo y el hombre que procede mal paga su falta.
Aquellos que no tienen el valor de hacer el mal y disfrazados bajo un aspecto de honradez y bondad piensan y desean el mal constantemente, aquellos son los verdaderamente malos.
Ellos llevan un sello especial sobre la frente, característico, que los diferencia de todos los demás.
Cuántas veces se dice: “No sé por qué pero ¡esa persona no me gusta!”
Los que piensan torcidamente se atan cada vez más a un destino de obscuridad e ignorancia, mientras los hombres de recto pensar se liberan por la fuerza de su propia libertad y conquistan el derecho de la humana felicidad con su libre albedrío.
Los buenos pensamientos se convierten en un hábito que es poder y éste es una efectiva y estable felicidad.
El hombre piensa mal por un continuo deseo de posesión, por eso se encierra en un círculo de ideas estrechas y mezquinas, que lo aprisionan como en una cárcel.
Sin darse cuenta, por poseer una infinitésima parte de lo que desea pierde la totalidad de lo que podría alcanzar.
Es recién cuando bien piensa que descubre el secreto de la verdadera posesión, porque aquel que dá lo tiene todo, amigos, pan, medios y necesarias comodidades.
Pensar bien es estar en el Buen Camino.

jueves, 9 de abril de 2009

Pascuas

Olivier, un joven peregrino occidental a quien vamos a acompañar, llegó hasta el territorio de la Montaña Santa. Cruzó la frontera como si pasara al otro lado del espejo. Aquí no hay electricidad, es otro calendario (trece días menos de diferencia con respecto al del mundo), otra hora, es medianoche cuando el sol se pone, los desplazamientos se hacen a pie o en barco... Tras varias horas de marcha, nuestro peregrino llega a la puerta de un monasterio donde el Padre Ianis lo acoge con su barba gris, su skouffa (toca) y su amplio manto monástico negro; este monje parece salir del fondo de los tiempos. Con la inquietud propia del peregrino espiritual, preguntò:

Padre, ¿qué significa la fiesta de Pascua?

Pascua significa en hebreo «pasaje»; para los cristianos esta fiesta simboliza la resurrección de Cristo, que pasa de la existencia a la Vida habiendo vencido a la muerte por la Muerte.

Lo concibo, pero temo no entenderlo bien.

Antes de intentar comprender el insondable misterio de la resurrección, intentemos simplemente penetrar el significado de las palabras en su raíz: Pascua significa «pasaje». Pasaje de la existencia a la vida eterna por el crisol de la muerte. Resurrección significa «enderezarse». El hombre pasa de la horizontal de hombre rastrero, al estado vertical, es decir: de Hombre Nuevo. La Cruz es una llave de vida colocada en la cima del cráneo (Gólgota), es un instrumento de transfiguración que ordena el espacio-tiempo y que se abre, en su corazón, a la eternidad, al infinito. No es un patíbulo con un cadáver clavado.

Cristo significa «ungido de Dios», la unción confiere la dignidad. Es aquél que manifiesta al Padre celeste y realiza el Camino, la Verdad y la Vida.

La Luz es un Fuego vivificante que transmuta la materia opaca e inerte en poder espiritual. Este Fuego penetra, sin disolverse en él, el fuego de Gehena, el cual, por su parte, quema todo lo corruptible; nuestros pensamientos, nuestras emociones, son cuerpos.

Así pues, Pascua simboliza el pasaje de un estado viejo, corruptible, a un estado nuevo incorruptible, el del «cuerpo glorioso». El Hombre es reintegrado, por la Misericordia divina, a su dignidad primordial.

«Decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame. Porque quien quisiere salvar su vida, la perderá; pero quien perdiere su vida por amor de mí, la salvará.» (Luc IX 23-24). ¡Si la muerte es un fin, entonces la vida es vana!

Usted sabe que la Pascua cristiana viene precedida de cuarenta días de ayuno riguroso, acompañados de lecturas apropiadas para el gran combate del desierto interior.

¡Si! Comprendo todo lo que usted dice, pero no veo cómo integrarlo en mi vida.

Porque escucha las palabras como un relato histórico y no como un acontecimiento intemporal que debería vivir cada día en su corazón.

¿Cómo?

Tomando conciencia de que vive, cada minuto, el pasaje vertiginoso hacia una nueva vida inspirada, surgida de una muerte transitoria, la expiración. Ponga, por ejemplo, en el aliento, la Presencia Divina. Hay una muerte que da a luz la Vida. La muerte del ego revela el Ser.

¿Significa la muerte del ego la negación del cuerpo? Pregunta Olivier con humor e inquietud.

¡Nada de eso! No hay que negar el cuerpo, sino transfigurarlo. «...que no es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires.» (Ef. VI 12).

«¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? (I Cor. III 16)

La renuncia es una superación interior por integración, un alegre soltar presa, no una negación. Este giro se cumple por implosión, pero lo que no está asumido no puede ser transfigurado.

El Padre Ianis calla, luego pone un ejemplo para evitar quedarse en el concepto.

Imaginemos una almendra que un campesino planta en invierno (encarnación de Navidad en el hemisferio norte); tras un cierto período de maduración en las profundidades se produce un acontecimiento increíble: la cáscara dura se desgarra, se pudre en la Tierra-madre para dar nacimiento al tierno germen. Para el jardinero, esta degradación es la señal del proceso de vida. Todo hombre, al venir al mundo, es portador de una chispa de luz divina. Yo soy la Tierra que lo acoge. La disolución del ego, que no es una negación, le permite al alma eclosionar. Aquél que se apoya en la degradación de su yo, cae en la revuelta, el sufrimiento, el sin sentido, la locura... Pero aquél que contempla, más allá de esta prueba, la evolución de su propio destino, entra en una alegría inefable. No le pedimos al ego que comprenda el misterio de la vida, sino que obedezca a su vocación: la de servir de matriz al Espíritu.

«Mientras nuestro hombre exterior se corrompe, nuestro hombre interior se renueva de día en día». II Cor. IV 16.

Incluso el intelecto está ligado a la materia. La sabiduría infinita de Dios está limitada por la razón. Sólo la inteligencia del Corazón presiente el misterio.

Cuarenta días después de Pascua, la Ascensión, la semilla debe vivir un nuevo pasaje, el de la tierra al cielo. Las raíces horadan la corteza terrestre para elevarse, mediante el tronco, al vacío, la pirámide invertida de las ramas acoge la luz del sol. Diez días después, cincuenta días después de Pascua, Pentecostés, fiesta de las cosechas y de la recolección de los judíos. El árbol da frutos, los apóstoles reciben la luz del Espíritu Santo.

¿Cómo vivir este «pasaje interior»?

¡Usted es el camino! Recorred el mundo a la búsqueda de un método para alcanzar la Verdad, pero no hay técnica para elevarse hacia Dios. El asceta utiliza la humildad, la obediencia y la paciencia para escalar sus propias profundidades hacia las profundidades divinas (I Cor. II 10) animado por la luz del Paráclito; al igual que no hay técnica para volverse un genio, aunque el artista utiliza técnicas para expresar su genio. El arte es ante todo una proyección del espíritu; el artista encarna su inspiración en la materia y la fecunda con su poder. Es el dominio interior, la pureza de la mirada, la precisión del gesto, la autenticidad del corazón... lo que distingue a los creadores de entre ellos. ¡Hagamos de nuestra vida nuestra primera creación!

Dado que no hay método, y que debemos hacer de nuestra vida una obra de arte ¿qué me aconseja usted?

Primero, distinguir la Meta de los medios.

¡La Meta suprema del hombre es Dios! Un Dios vivo, personal, no un ídolo abstracto.

¡El medio, es usted!

No hay nada exterior que añadir en el hombre, todo está ya inscrito en germen el él. La Tradición enseña, a aquellos que tienen fe, el camino interior a llevar a cabo para participar en la propia deificación. La Vía pasa por exigencias: vigilancia, perseverancia, obediencia, fidelidad, alegría, escucha... Utiliza métodos para verificar la autenticidad del discípulo, métodos que provocan replanteamientos transfigurantes. Comprometen siempre nuestra libertad: el ayuno, la vigilia, la ascesis, la plegaria, la alabanza.

¿Cómo hacer?

Un bailarín aprende el baile bailando, no meditando en los libros. El primer movimiento para entrar en la danza es interior, el del deseo. No se puede obligar a nadie a que dé su ser, el arte es un don de sí que corresponde al desbordamiento de la propia naturaleza, una expansión interior que se manifiesta armoniosamente en la obra. El arte no alivia al ego reproduciendo su propia imagen.

Tomando conciencia de sus límites respecto a su deseo, el bailarín le pide a un profesor que lo inicie en el rigor de la técnica, con el fin de integrar y de adquirir la maestría interior. Trabaja diariamente cada gesto descubriendo todas sus debilidades, busca a cada instante volverlo más ligero y poderoso en una armonía justa y purificada. No hay en esta aproximación interior ninguna violencia, ningún masoquismo, el sufrimiento se halla sublimado por el amor al arte. Con este ejemplo he intentado interpretar, en otro lenguaje, las cualidades que preceden a la cuaresma. El bailarín es un sirviente enamorado de su arte, le entrega todo su cuerpo con el fin de que la música, a través de él, se revele en toda su magnificencia. Se eclipsa para que resplandezca mejor la coreografía. Con su obediencia activa, es testimonio de un hálito mayor que su propia naturaleza. Se vuelve la encarnación viva, visible, de la música, que, sin él, permanece invisible.

La Tradición enseña el camino interior que hay que llevar a cabo de la cabeza al corazón, pero ella no dará ningún paso en su lugar. Estudiar la tradición al pie de la letra no significa tener conocimiento sino conocer la doctrina. Negar la teoría es absurdo, pues se rechaza la experiencia de los Padres que han llevado a cabo el camino hacia la deificación, encontrando las mismas pruebas y cuyos ejemplos nos sirven de guía. El camino se vive libremente en el Espíritu, en el maravillarse de lo cotidiano, en la escucha de los Antiguos y en la relación silenciosa con el Dios vivo en nosotros. La Pascua simboliza el renacimiento de todo lo creado en «cuerpo glorioso», de Hombre restaurado en su unidad ontológica, en su ser en Dios.

sábado, 4 de abril de 2009

La entrega

Para muchas personas, cuando hablamos de entregarse puede tener connotaciones negativas, implica derrota, fracasar en superar los retos de la vida, aletargarse, o algo así. La verdadera entrega, sin embargo, es algo completamente diferente. No significa soportar pasivamente cualquier situación en la cual se encuentre y no hacer nada al respecto. Tampoco significa dejar de hacer planes o de iniciar acciones positivas.
La entrega es la simple pero profunda sabiduría de ceder mas que oponerse al fluir de la vida. El único lugar donde podemos experimentar el fluir de la vida es en el presente, así que entregarse es aceptar el momento presente incondicionalmente y sin reservas . Es abandonar la resistencia interior a lo que es, por el juicio mental y la negatividad emocional. Se vuelve particularmente pronunciada cuando las cosas "van mal" lo que significa que hay una brecha entre las demandas o expectativas rígidas de nuestra mente y lo que es. Esa es la brecha del dolor. La aceptación de lo que es nos libera inmediatamente de la identificación con la mente y así nos vuelve a conectar con el Ser. La resistencia es la mente.
La entrega es un fenómeno puramente interior. No significa que en el exterior no podemos actuar y cambiar la situación. De hecho no es la situación total la que debemos aceptar cuando nos entregamos, solo el minúsculo segmento que es el momento presente.Por ejemplo, si estuviéramos atascados en el barro en algún sitio, no diríamos:"Bien, me resigno a quedarme en el barro".La resignación no es entrega. No tenemos que aceptar una situación vital indeseable o desagradable. Ni necesitamos engañarnos nosotros mismos y decir que no hay nada de malo en estar atascado en el barro. No , debemos reconocer completamente que queremos salir de ahí. Entonces, concentraremos nuestra atención en el momento presente sin etiquetarlo mentalmente de ninguna forma. Esto significa que no juzgamos el presente. Por lo tanto, no hay resistencia no hay negatividad emocional. Aceptamos el ser del momento. Entonces emprendemos la acción y hacemos todo lo que podemos para salir del barro. Tal acción es la acción positiva. Es mucho mas efectiva que la acción negativa, que surge de la ira, la desesperación o la frustración.