domingo, 25 de julio de 2010

Buscando la Paz

Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas lo intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubieron dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.

La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta.

La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico.

Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, el vio tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido...

Paz perfecta... ¿Cuál crees que fue la pintura ganadora?
El Rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué?
-Porque -explicaba el Rey-, Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz.

sábado, 17 de julio de 2010

El Origen del Miedo


El estado de miedo psicológico está divorciado de cualquier peligro real e inmediato. Puede adoptar diversas formas: desazón, preocupación, ansiedad, nervios, tensión, temor, fobia, etc. El miedo psicológico del que hablamos siempre se refiere a algo que podría ocurrir, no a algo que ya está ocurriendo. Tú estás en el aquí y ahora, mientras que tu mente está en el futuro. Esto crea una brecha de ansiedad. Y si te has identificado con tu mente y has perdido el poder y la simplicidad del ahora, esa brecha de ansiedad será tu constante compañera. Siempre puedes afrontar el momento presente, pero no puedes afrontar algo que sólo es una proyección mental; no puedes afrontar el futuro.
Además, mientras sigas identificándote con tu mente, el ego dirigirá tu vida. Debido a su naturaleza fantasmal, y a pesar de sus elaborados mecanismos de defensa, el ego es muy vulnerable e inseguro, y se siente amenazado constantemente. Por cierto, esto sigue siendo verdadero aunque externamente esté muy seguro. Ahora bien, recuerda que una emoción es la reacción del cuerpo a la mente. ¿Qué mensaje recibe continuamente el cuerpo desde el ego, desde ese falso yo fabricado por la mente?: peligro, estoy amenazado. ¿Y qué emoción genera este mensaje continuo?: miedo, por supuesto.
El miedo parece tener muchas causas: miedo a la pérdida, miedo al fracaso, miedo a que nos hieran, y así sucesivamente; pero, en definitiva, todos los miedos pueden resumirse en el miedo del ego a la muerte, a la aniquilación. Para el ego, la muerte siempre está a la vuelta de la esquina. En este estado de identificación con la mente, el miedo a la muerte afecta a todos los aspectos de tu vida.
Por ejemplo, algo tan aparentemente trivial y «normal» como la necesidad compulsiva de tener razón en una discusión y demostrar que el otro está equivocado —defender la posición mental con la que te has identificado— se debe al miedo a la muerte. Si te identificas con una posición mental y resulta que estás equivocado, tu sentido de identidad, basado en la mente, se sentirá bajo una seria amenaza de aniquilación. Por tanto, tú, como ego, no puedes permitirte estar equivocado. Equivocarse es morir. Esto ha motivado muchas guerras y ha causado la ruptura de innumerables relaciones.
Cuando dejas de identificarte con la mente, el hecho de tener razón o estar equivocado es indiferente para tu sentido de identidad; de modo que esa necesidad compulsiva, apremiante y profundamente inconsciente de tener razón, que es una forma de violencia, deja de estar presente. Puedes expresar cómo te sientes y lo que piensas con claridad y firmeza, pero tal expresión no estará teñida de agresividad ni actitud defensiva. Tu sentido de identidad deriva entonces de un lugar más profundo y verdadero dentro de ti, no de la mente.
OBSERVA CUALQUIER ACTITUD DEFENSIVA que surja en ti. ¿Qué estás defendiendo?: una identidad ilusoria, una imagen mental, una entidad ficticia. Haciendo consciente este patrón y observándolo, puedes romper la identificación con él. El patrón inconsciente comenzará a disolverse rápidamente a la luz de tu conciencia.
Este es el final de todas las discusiones y juegos de poder, que son tan corrosivos para las relaciones. El poder sobre los demás es debilidad disfrazada de fuerza. El verdadero poder está dentro, y está a tu disposición ahora.
La mente siempre trata de negar el ahora y de escapar de él. En otras palabras: cuanto más te identificas con tu mente, más sufres. O puedes decirlo de este otro modo: cuanto más capaz seas de valorar y aceptar el ahora, más libre estarás del dolor y del sufrimiento, más libre de la mente egotista.
Si no deseas crear más dolor para ti mismo ni para los demás, si no quieres añadir más dolor al residuo del pasado que aún vive en ti, no crees más tiempo, o crea el imprescindible para gestionar los aspectos prácticos de la vida. ¿Cómo dejar de crear tiempo?
DATE CUENTA INEQUÍVOCAMENTE DE QUE EL MOMENTO PRESENTE es lo único que tienes. Haz del ahora el  centro fundamental de tu vida. Si antes vivías en el tiempo y hacías breves visitas al ahora, establece tu residencia habitual en el ahora y haz breves visitas al pasado y al futuro cuando tengas que resolver los asuntos prácticos de tu vida.
Di siempre «sí» al momento presente.

Eckhart Tolle

domingo, 4 de julio de 2010

El Árbol y el Río

Cierta vez, el Maestro Abhyasa Tirtha dijo a uno de sus discípulos:
Recuerda que así como tú posees un cuerpo físico, barca por medio de la cual navegas
en el océano de las innumerables experiencias, así también, la vida tiene su propio
cuerpo. El cuerpo de la vida, hijo mío, es el tiempo. Del mismo modo en que alguna vez
abandonarás la vestidura física que cubre tu alma, así también, abandonarás la barca de
tus experiencias.
Todo se halla sujeto a constante movimiento, porque movimiento es búsqueda de mayor
perfección. El movimiento se da en la morada del espacio y desde el átomo a las casi
inconcebibles mareas de galaxias, la búsqueda continúa de manera constante. La vida, y
su cuerpo –el tiempo–, trabajan para que ello acontezca. Toda perfección se encuentra al
final de una cadena infinita de innumerables movimientos. Esto, tal vez haya sido el
mayor descubrimiento hecho por el hombre de sabiduría. Este último, sólo anhela llegar
al puerto sagrado de la quietud.
¡Qué fácilmente se escribe y se pronuncia esta palabra! ¡quietud! Tan lejos estamos de
comprender este concepto, como las sombras más densas están de la comprensión de la
luz. Lo cierto es que si observas el camino de la filosofía, de la religión, y de toda
metafísica, siempre hay palabras como “estar en paz”, o “absoluta serenidad”, o
“posesión de una mente tranquila”.
El sabio filósofo occidental Plotino, discípulo tardío de Platón, escribe en una de sus
obras “estar a solas con Dios solo”. Ese “estar a solas” involucra la cesación de todo
movimiento. El solitario se bebe a sí mismo, no devora con la boca de sus ojos el vino
de las innumerables formas de la vida; nada exterior ingiere; nada exterior le atrae.
Sumergido en su naturaleza inmaculada, descubre el origen de lo dinámico en la sagrada
estatización. Nunca criatura en el mundo puede ser más feliz que aquella que logra la
inefable quietud interior. Es muy difícil su conquista.
Mente, sentidos, emociones, ilusiones, son pájaros de oscuro plumaje que cantan en el
árbol de la vida, alimentándose de cuanto ella les prodiga; a veces, gloria, otras,
fracasos.
Alguna vez me has preguntado por qué siempre voy a meditar bajo ese árbol bayán
nacido a orillas de un río. Te lo diré. Observa a nuestra Madre, la de las aguas profundas
y los incomprensibles y constantes discursos de sus olas. Símbolo de la vida, la Madre
Gangaji no conoce la quietud en su largo andar en búsqueda de la bahía de Bengala. Sin
embargo, el árbol bayán, situado a sus orillas, permanece indiferente al laborioso canto
de sus olas, al fluir constante de su corriente. Silencioso, a veces permite que el viento
cante en sus ramas, y acaricie sus hojas, pero toda su naturaleza vegetal es quietud
absoluta. La vida en él es interna. La vida se traslada desde sus raíces a su cuerpo todo,
pero él permanece incólume y silencioso. Es una joya del reino vegetal, una verde
esmeralda que prodiga la luz de su cuerpo generoso, luz hecha ramas, follaje y frutos, a
todas las criaturas que se acercan a él. Pero recuerda siempre, hijo mío: el bayán está
quieto. Si crees que se mueve es porque no lo has observado bien. Toda su acción, como
la acción de un hombre sabio, se halla en el interior de su naturaleza. No se mueve hacia
afuera. Se mueve interiormente. Ha aprendido a beber la savia de la vida a través del
milagro silencioso y profundo de sus raíces. Se ha abrazado a sus orígenes, se ha
abrazado a su Madre Tierra, generadora de su vida. La Madre Gangaji corre, se
desplaza, es dinámica. El bayán no.
diario para el alma
El hombre sabio es como ese árbol bayán. En cambio, aquel que está aprendiendo el
camino del auto-conocimiento, vive en el reino de la acción como nuestra adorada
Madre Gangaji. Ambos tienen algo en común, y ello es que, así como el árbol bayán
permanece quieto, y sólo comprometido con su Madre Tierra, así también, la Madre
Gangaji, allende su movimiento, deriva por el mundo sobre el lecho calmo donde
impera la quietud.
¡Ay de los hombres que sólo entienden del movimiento de las olas! ¡Ay de los que se
comprometen con el bullicioso encanto del mundo! Nunca alcanzarán el lecho de su río
interior, nunca podrán alcanzar tampoco la sagrada raíz divina que hace que el árbol de
su existencia se corone de una vida que no es sino aprendizaje. Esta es la quietud de la
cual te hablo, y eso es lo que todos los seres humanos estamos buscando.
Cosa curiosa, moviéndonos, dinamizándonos excesivamente, perdemos la sagrada
visión de la bienaventurada quietud, excelsa inteligencia, Dios en nosotros, que nos guía
hacia el reino sagrado de la Felicidad Eterna.